sábado, 2 de agosto de 2008

Hablé con ella

Crónica de un paranoico II parte

Por Carlos Alberto Pérez Aguilar


Caminas por más de tres horas. Tratas de cansarte para llegar a tu casa a dormir. No quieres pensar, sabes que piensas más de noche que de día y evades cada una de las condenas que te hace tu conciencia. Temes al insomnio que se empeña en arrebatarte la almohada y quitarte las cobijas; así ha pasado desde hace más de tres meses.

Estás casi frente a tu casa y al acercarte más a la puerta, distingues que la luz de tu habitación está encendida. No es la de tu recámara, es la del patio trasero. ¿Olvidaste apagarla en la mañana?, te preguntas, no respondes, pero sientes incertidumbre; te detienes por precaución y piensas en la bastas ocasiones en las que estuviste de pie en ese mismo lugar temiendo por lo quepodría haber dentro de tu casa; no prestas importancia y caminas.

Sopla el viento fuerte y freso; en febreroes común que se respiren vientos fríos durante las noches en las periferias de Colima. Te detienes observas y miras a tu alrededor miras las luces y buscas encontrar el sonido de algun ave ciega que cante de día, pero no hay ruidos. Has llegado, estás ahí frente a tu casa sabes que no es una noche normal, lo percibes, lo sientes diferente.

Justo cuando vas abrir la puerta después de girar por segunda ocasión la llave en la chapa piensas que alguien estará adentro de tu casa esperándote con un arma blanca dispuesto a cortarte la yugular… ¡Nah!, borras la idea de tu cabeza. Sabes que nadie te estará esperando para matarte, pero no anulas la posibilidad aunque crees que sería ridículo que un ladrón te espere sólo para salir por la puerta principal. Los relojes, los perfumes, la ropa y los zapatos bien caben en una maleta, pues es eso lo único de valor que tienes. La estufa, el colchón, la sala, el comedor y la tele son reliquias que más bien te cobrarían por regalarlas.

Piensas otra vez más antes de abrir la puerta. Comienzas con las ideas estúpidas de siempre. Te imaginas a siete sujetos vestidos de negro sentados en tu sala, todos con máscaras de calaveras. Tienes miedo, pero te sientes cansado. Tratas de escuchar por la puerta si hay ruido alguno. No lo hay. Entras.

La luz del patio te guía hasta el apagador de la cocina. Percibes algo extraño, no sabes qué. ¿Un aroma? ¡La casa está recogida! Te das cuenta al momento en que enciendes la luz sin explicarte qué ocurrió. Quién fue quien se atrevió a robarte el orden inmerso en el desorden al que te habías acostumbrado a tener después de un mes.

Quién irrumpió en tu casa para barrer, trapear y sacudir. En el patio la ropa está tendida después de haber sido lavada. ¿Quién, quién, quién? te preguntas mientras recorres el pasillo que te lleva al baño. El espejo está puesto, limpio y las paredes de la ducha lavadas. Sabes que se necesitó de un día entero para transformar tu hogar que no huele más a atún ni a comida podrida. Te lavas el cabello, la cara y te desvistes sin entender nada, orinas evitando ensuciar de nueva cuenta el excusado. Realmente no te explicas, pero estás cansado y tienes que dormir, pero agradeces la limpieza que el ser desconocido hizo mirando al techo.

Estás parado frente a la puerta de tu recámara. Giras la cerradura con el mismo temor con el que abriste la puerta principal. Mil cosas pasan por tu cabeza… Es una sensación incómoda pero por un momento desearías que algo trágico ocurriera; vuelves escuchar detrás de la puerta. Esperas escuchar algo… No hay ruido.

Entras. Estás a punto de tener un paro cardíaco. Ella grita y sale de tu ropero dando un salto para ponerse frente a ti. Creíste que te habías deshecho de ella y ahora no entiendes por qué está en tu habitación, Por qué recogió tu casa y por qué está ahora cuando tus piernas se encuentran destrozadas por el cansancio y tus oídos no están dispuestos a escuchar a alguien.

-¡Sorpresa!... (sonríe y te ve los calzoncillos). ¿Oye, así es como recibes a las visitas?, ¡Sí que has bajado de peso! Muy bien por ti…. Pero qué casa tan cochina tienes. Tú no eras así; tampoco así (después de mirarte)….

-¿Qué haces aquí?, preguntas como lo primero que se te vino a la mente.

-No empieces de preguntón. Mejor agradece que me puse a limpiar tu casa. Oye, pero estoy sorprendida… cómo lo hiciste. Mira ya te pareces a lo que querías ser… bueno al menos ya te quedan las camisas que te regalé.

-¿Qué haces aquí? , insistes con un tono de angustia y con ganas de decirle "tan bien que estaba si tí y regresaste", no lo dices, pero lo piensas.

-Bueno, bueno. ¿Quieres saber? No te voy a decir. Bueno, sí, sí. Te voy a decir… ¡Me brinqué! Ya sabes cómo es una de preguntona y me dijeron que aquí vivías, llegué hasta aquí entonces decidí entrar para ver cómo estabas, ya veo que mal. Entonces se me hizo tarde recogiendo y lavando tu ropa, justifica así su presencia con la intención de que la invites a dormir.

Ahí está ella frente a ti. La que nunca deja hablar. La que juzgas como loca porque un día simplemente se fue de tu casa porque los horóscopos le habían indicado que habría que cambiar de rumbos. Lo tomó tan a pecho que simplemente te dijo esa mañana: “El horóscopo me dijo que habría que cambiar de rumbo… me voy, al norte creo yo, adiós amor, cuídate y pórtate bien”.

Qué se hace en esos momentos cuando lo único en lo que piensas es en dormir y tienes la voz de una mujer, que deseabas no volverte a encotrar, hablando, hablando, hablando.

-Cómo extrañaba eso.

-¿Qué?, contestas sin reaccionar.

-Que te quedes perdido como idiota. ¿Oye te invito una cerveza?. ¿Quieres? ¡Vamos! Di que sí ¿sí? (otra vez esa mirada que a la que nunca podía decir que no).

- No tengo cervezas en el refrigerador, ¿Whisky?

-Uh, vaya, vaya. Ahora hasta de whisky. En serio que has cambiado en… ¿Cuatro meses, tres, dos? no recuerdo pero que sorpresa, que gusto. Ok. Me voy a dar el lujo ¿Qué dices de tu casa? Quedó bien ¿no? Si pones este bambú aquí se verá mejor, yo digo, te dice mientras ordena cada una de las cosas que tienes en la sala.

- Sabías que el amor es la masturbación del alma, comentó... después suena tu celular. Lo abres y es una llamada de un número desconocido.

Sales al patio y contestas, y preguntas lo de siempre –Bueno… ¿Quién habla? - tú conciencia - ¿Quién habla?... -Habla ella, la persona con la que estabas conversando hace un minuto en tu sala. Me tengo que ir sólo pasé a limpiar tú casa. Cuídate, sé que estás bien. Adiós.

Regresamos al momento de partida.

Estás casi frente a tu casa y distingues que la luz de tu habitación está encendida. No, es la del patio trasero. ¿Olvidaste apagarla en la mañana?, te preguntas. No respondes, sientes incertidumbre y justo cuando vas abrir la puerta después de girar por segunda ocasión la llave en la chapa piensas que alguien estará adentro esperándote con un arma blanca dispuesto a cortarte la yugular… ¡Nah!, borras la idea de tu cabeza. Sabes que nadie te estará esperando para matarte, pero no quitas la posibilidad aunque crees que sería ridículo que un ladrón te espere sólo para salir por la puerta principal. Los relojes, los perfumes, la ropa y los zapatos bien caben en una maleta, es lo único de valor que tienes. La estufa, el colchón, la sala, el comedor y la tele son reliquias que tendrías que pagar para que se las llevaran.

Piensas otra vez más antes de abrir la puerta. Comienzas con las ideas estúpidas de siempre. Te imaginas a siete sujetos vestidos de negro sentados en la sala con máscaras de calaveras. Tienes miedo, pero te sientes cansado. Piensas que la verás y que hablarás con ella. Aquella que se autonombraba tu conciencia y la que de un día a otro se fue por que el horóscopo así lo pidió. Tratas de escuchar por la puerta si hay ruido alguno. No lo hay. Entras. De entre el desorden de tu casa vuela un papel que dice: “Si estuve aquí, en otro tiempo, en otro espacio. Lo pensaste antes de que ocurriera. Por eso no ocurrió”.

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