Por Carlos Alberto Pérez Aguilar
Padre nuestro danos hoy la tortilla de cada día, danos un bolillo y un litro de leche. Préstanos para comprar frijoles, jamón y azúcar para el café.
Desde hoy propongo a los mexicanos realizar esta petición a Dios para que a todos nos eche la mano en este año que apenas comienza, es que… ¡qué caro es comer! Mire usted, deje le cuento:
Esta mañana me desperté con un chingo de hambre (de esa hambre que uno trae los miércoles) y traía sólo 20 pesos en la bolsa, a causa de que el lunes me corrieron de mi trabajo de velador y fue hasta en la tarde cuando me dieron mi liquidación.
Después de levantarme y vestirme fui a la tienda de autoservicio cercana a su humilde casa (ya que la tiendita de doña Eugenia quebró). Entré entusiasmado porque en el camino me repetí a mí mismo mientras veía mi billete -¡Sí cabrón, con 20 baros la haces… sí, si te alcanza para comprar un kilito de tortillas, un vasito de crema y un litro de leche, e igual te sobra de eso que compres para la hora de la comida, también te alcanza para el camión para ir a cobrar la liquidación!-.
Entré al establecimiento como buen vaquero en cantina del viejo oeste al abrir las dos puertas rebatibles con mis manos. Me dirigí al pasillo de lácteos, jugos y refrescos. Miré los refrigeradores como si fuera un oasis en el desierto y surgió la inevitable pregunta… -¿Qué compro?, ¿qué compro?- recordé que iba por leche y que no traía dinero como de costumbre para comprar la coquita, la leche y un yogurt.
No sé si nunca había prestado atención a los precios, pero el litro de leche está a ¡nueve pesos con 50 centavos! Revisé por arriba, por abajo y pregunté a la señorita -¿Oiga están bien los precios?- la muchacha mostrando pena ajena simplemente respondió - Sí señor, la leche está a 9.50, ahí dice (como queriendo decir: qué, no sabe leer, mendigo tacaño)-.
Bueno, no me quedaba de otra, tenía la leche en mi mano e ilusionado esperaba me alcanzara para las tortillas y la crema, mi sorpresa fue cuando me acerqué a la hielera donde estaban las tortillas y leí (para evitar miradas de la chava) que decía “diez pesos el kilo”. –Oiga señorita ¿no tiene de medio kilo?-pregunté para evitar de nueva cuenta otra mirada de la despachadora- No señor, sólo de kilo, ya se acabaron los de medio, ¡con eso de que subieron! ya nadie quiere de kilo-
Dejé la idea de las tortillas y después puse la leche en el refrigerador, ni chance de pensar en la crema… ¿a cuánto me iba a salir? Tomé mejor una coca cola de litro (lo bueno que no subió), un bolillo y una bolsa de Rancheritos. Después pagar los 16 pesos la mujer me preguntó – ¿Hoy no va querer su periódico?-.
El Paréntesis del doctor Remedios:
Qué mal agradecidos somos los mexicanos… qué no ven que el gobierno lo que quiere es que comamos puras ensaladas. Qué no ven que quieren que seamos esbeltos para que el pueblo se mantenga de puros modelos y edecanes de talla mundial así como las italianas, las checas y las suecas.
Quieren también que los tacos sean sólo en restaurantes como la comida internacional y exclusivamente para las cenas románticas. Que la tortilla sea un patrimonio de la humanidad expuesta en museos.
Qué no se dan cuenta que el mal del mexicano es la tortilla ¿qué no lo pueden ver?. El salario mínimo de 54 pesos y está previsto para que una familia coma diario lechuga, pan y agua. ¡Buen provecho! y olvídese de los refrescos, la leche, las tortillas y las tortitas de jamón, además de los chilaquiles y los tacos de chicharrón.
martes, 5 de agosto de 2008
¡Que no suban el camión!
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