Carlos Alberto Pérez Aguilar
No entiendo verdaderamente a muchos de “los pobres” que se quejan de no tener dinero para sobrevivir pero sí para acatar las reglas bancarias y asumir las deudas sin temor alguno al buró de crédito o a los embargos. Claro, creo yo que tener un teléfono celular capaz de guardar música y uno que otro ringtone que te diga: “¡wey contesta!, ¡contesta!, ¡qué no escuchas el pinche teléfono! debe valer realmente la pena; no lo dudo, pues eso de arrebatar sonrisas y difundir agrado en el autobús debe generar algún tipo de satisfacción.
Pero no todo queda en un simple, diminuto, estético, y multifuncional teléfono celular; tengo fresco en mi memoria (y no usb) el caso de una madre que sorprendida vio como su cocina fue transformada el 10 de mayo: refrigerador, estufa, trastes, pretil, fregadero… ¡todo nuevo!, pero bueno. como prueba de que lo material es pasajero en octubre, como toda comprensiva mujer asumió que los lujos son temporales al momento en que un abogado, requerimiento en mano, se llevó cada uno de los regalos que sus hijos con tanto sacrificio no pudieron pagar, cosas van, cosas vienen, seguramente pensó.
De entre los falsos placeres y los deseos provocados por la mercadotecnia pensemos realmente qué es lo que necesitamos para sobrevivir, entendiendo que la humildad no ha sido una de las características del último siglo podemos aún catalogar las necesidades y evitar la pobreza, que para mí radica en desear lo que los otros tienen. ¿Quién no desearía tener una Hummer para el fin de semana con los amigos?, pero mejor es tener un amigo con una Hummer, para que él maneje y te deje en la puerta de tu casa, en el entendido que el amigo será tan sencillo como para entender que tu bocho después de la séptima cuadra los puede dejar sin disfrutar la noche.
Me sorprende mucho en lo particular, el desarrollo comercial y tecnológico, me atrapa que la investigación científica logre tanto impacto económico con materia vendible pero lamento que muchas de éstas que tienen finen sociales y que podrían dar respuestas claras y soluciones a problemas de seguridad, ecológicos y culturales no tengan impacto alguno porque simplemente no son materia monetariamente trascendente: yo pensaría, por decir algo, en softwares capaces de llevar a cargo la administración pública y reducir la nómina de servidores públicos para que haya mayor inversión en obra y gasto social, pues de qué sirve pagarle a alguien del gobierno si además de hacerme mala cara al atenderme podría, si tiene la facilidad, robarse un poco de lo que les damos.
En fin, mientras los cerebros sean aprovechados por el bien económico, que para muchos significa la felicidad, creo yo desperdiciaremos la posibilidad de ver concretado el sueño de un mundo mejor, con igualdades y posibilidades para todos, aunque debo decirlo, que cuando tengo dinero, no es tan desagradable poder decir, “entre más consumo más feliz soy” aunque sea por un ratito, porque siempre habrá un excéntrico que tendrá materialmente más que yo.
miércoles, 27 de agosto de 2008
Entre más consumo, más feliz soy
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario