Por Carlos Alberto Pérez Aguilar
Cuando pase el temblor… olvidaré todo aquello que creí más importante que mi vida y la de mis seres queridos, correré para socorrer a mi familia y mis amigos más cercanos. Todos haremos lo mismo… cuado pase el temblor. Olvidaré disputas, revanchas y dejaré de lado la vanidad al pasar entre la histeria, la soledad y la resignación.
Cuando pase el temblor… recordaré el “no grito, no corro, no empujo” será tarde, por que al girar la mirada, para ver atrás, en los pasillos, en las escaleras, veré mujeres, hombres y niños tirados en el piso, después de la prisa de salvarse y que quedaron en el camino por personas como yo, que olvidaron esa regla que en teoría decía conocer y prometí no olvidar. El cargo de conciencia me hará regresar para ayudar aquéllos que yo mismo pude haber tirado.
Cuando pase el temblor revisaré mi casa, si permanece de pie, ayudaré aquéllos que no tienen nada, si no, comenzaré a rescatar lo poco que me quedó; me encontraré con fotografías que me causen dolor al ver caído lo que por tanto tiempo había construido.
Cuando pase el temblor habrá prensa, investigadores y funcionarios públicos por todas partes, principalmente fuera de los hogares más dañados. Buscarán tragedias principalmente. Los primeros, contarán las historias más tristes, después respuestas de los políticos, científicos y de la gente que se queja; encenderán las cámaras y dejarán a un lado la privacidad. Los segundos contarán el número de las réplicas, buscarán el epicentro, el hipocentro y qué cosas fueron las que causaron el daño o buscarán las reacciones de la gente como unos conejillos de indias, para una investigación. Los terceros… prometerán, como siempre. Esta vez al verse incapaces de dar respuesta a tanta gente pidiendo ayuda.
Cuando pase el temblor… no querré estar en mi casa que creí segura por mucho tiempo, veré cuarteaduras en la pared, cristales en el piso y mis vienes derribados y con mucha fe, (como nunca o hasta el temblor anterior) voltearé la mirada al cielo y pediré piedad.
Cuando pase el temblor… no sintonizaré la radio para escuchar música, la tele para divertirme y pediré información. Escucharé por todos lados, en la calle, las voces cortadas de la gente por las lágrimas o el miedo y que dirán quizás a gritos: “todos somos iguales”, “no le podremos ganar nunca a la fuerza de la naturaleza”, “es un castigo divino”, “no somos nada”, “por qué a mí, por qué” y dormiré arrullado por los rezos. Si no duermo… contestaré llamadas telefónicas de personas que tardaron horas en comunicarse para preguntar ¿Estás bien, tu familia?, después de horas con las líneas saturadas, por llamadas de gente que preguntó lo mismo.
Un día después, al pasar la noche en vela con temor de las réplicas y sentado en una banca o acostado en el pasto de algún jardín; veré los periódicos y en ellos después de la cabeza principal que dirá “Ayer, terremoto en Colima” leeré “Reinó la solidaridad”, “Gobernador resolverá problemas a damnificados”… “Cerca de (tantos) números de muertos” y “(tantas) casas destruidas”.
Un día después, habrá poca ayuda y muchas demandas. Los que ayudarán serán los vecinos, los amigos… porque a las personas que se les paga para eso son muy pocas. Comenzará el caos al momento que mucha gente comienza a buscar ayuda de alguien, cuando la disponibilidad y el recurso se empiezan agotar. Muchos se resignarán a comenzar de ceros. Todos los sobrevivientes, sin importar estatus social, agradeceremos de estar vivos y nos presentaremos al trabajo mientras se tachan muchas casas para ser demolidas. Otros, los que perdieron todo, verán con sus ojos como su casa será marcada con cal para ser destruidas. Los peritos revisarán casas a partir de ese día, hasta poco más del mes, habrá que tirar muchas y otras que repararlas, hay quién nunca lo hará, por que no tiene con qué hacerlo.
Al mes, se contarán anécdotas que serán recientes, será la platica de cada día, pero así…. poco a poco se perderá el miedo, mientras, se seguirán viendo en las calles escombros, en los periódicos noticias y gente en albergues.
Seis meses, seis meses después, se mostrará interés por la prevención, en las escuelas, en el trabajo, en las casas habrá simulacros. Muchos lotes serán baldíos y se convertirán en estacionamientos o se levantarán para hacer comercios, pero quizás nadie vuelva a vivir en esos lugares caídos. Se comenzarán a presentar videos, libros, fotografías… pero no más peritos en la casas para revisar si se cumplieron las indicaciones establecidas seis meses atrás.
Al año, el temblor se conmemorará como una fecha histórica, pero el ritmo de vida seguirá, ahora será una plática, sólo una plática en la que habrá recuerdos, pero más temas de que preocuparse. “La vida sigue” será la palabra favorita de todos, mientras muchos más llegan a vivir por que creen que esto es un “paraíso”.
A cuatro años… A cuatro años todo perece ser normal… muy normal, ¡como hasta antes del temblor! Hay lotes aún con escombros, casas cuarteadas, familias en pequeños cuartitos, ya adaptados a su nueva vida después de aquél tormentoso día 21 de enero del 2003. Ahora, más desarrollo, más gente, más casas, y todos en la espera del día de mañana o de un futuro… el sueño de un futuro mejor en el que es inevitable temblará… Tú, ¿estás preparado?, yo no
domingo, 22 de febrero de 2009
Cuando pase el temblor
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